“Queremos comer”, le ruegan los gemelos a la señora, que se da cuenta de que tienen la marca de nacimiento de su difunto hijo – Historia del día
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“Queremos comer”, le ruegan los gemelos a la señora, que se da cuenta de que tienen la marca de nacimiento de su difunto hijo – Historia del día

Una madre en duelo ha perdido las ganas de vivir, pues cree que su vida carece de sentido sin su hijo. Pero diez años después de la pérdida de su hijo, se encuentra con un par de gemelos que le hacen darse cuenta de que Dios la mantuvo viva por una razón. Estella recorrió la inscripción del interior del anillo, como había hecho innumerables veces antes, y lloró. ¿Cómo no iba a hacerlo? El corazón de una madre nunca encuentra consuelo tras la pérdida de su hijo.

Neil, el brillante y talentoso hijo de Estella, era un joven científico. Había seguido los pasos de su difunto padre, y sus ojos centelleaban cada vez que hablaba de átomos y moléculas que estaban mucho más allá de la comprensión de Estella.Todo lo que la madre soltera podía hacer entonces era sonreír a su hijo y animarle en su carrera. Neil fue a conferencias y exposiciones e incluso representó a su estado, donde se reunían las mejores mentes científicas del país.

Estella estaba orgullosa de su carrera académica, aunque temía que hubiera estado demasiado preocupado por el trabajo como para pensar en formar una familia. Entonces, un día, recibió una llamada devastadora y, de repente, su hijo nunca volvería con ella. Era una mañana luminosa y soleada, y nada hacía pensar a Estella que las cosas fueran a ir mal. De hecho, estaba tarareando una canción y preparando el desayuno en la cocina cuando sonó su teléfono.

“¿Hablo con la madre de Neil?”, preguntó la persona que llamaba. “Sí, ¿en qué puedo ayudarle?”, respondió Estella mientras se secaba las manos con una toalla y sostenía el teléfono entre la oreja y el hombro derechos. “Llamo en nombre del equipo de su hijo, señora”, dijo el interlocutor. “Perder a un joven científico es una gran pérdida para este país, pero creemos que es una pérdida mucho mayor para su familia.

Sentimos mucho lo ocurrido”.”¿Pésame?”, preguntó Estella, desconcertada. “Oh, vaya. ¿Te has equivocado de número? Hablé con mi hijo esta mañana cuando salió del hotel”. “Lo siento, Sra. Townsend. Lamentamos informarle de que hubo un accidente, y su hijo… murió en el accidente de coche”. “¿Murió?”, preguntó Estella furiosa. “¿Crees que me lo creería? ¡Tienes que informarte bien! Ve al hotel de mi hijo. Te enviaré la dirección, ¿de acuerdo?

Dijo que se iba a una conferencia, ¡y tú dile que te envía su madre! Verás que está vivito y coleando. ¿Cómo te atreves a decir cosas falsas sobre mi hijo?”. El dolor se desvanece con el tiempo; el amor y el cuidado, no. “El miércoles por la mañana”, dijo la mujer al otro lado de la línea. “Tendremos listo el funeral dentro de dos días, y le enviaremos la invitación antes. Sra.

Townsend, sentimos su pérdida. Por favor, cuídese”. La línea de llamada emitió un pitido, y Estella pensó que era una pesadilla de la que pronto despertaría. Pero, trágicamente, no era una pesadilla; era la realidad que destrozaba por completo a Estella por dentro.

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